viernes, 13 de agosto de 2010

¿Cómo sabemos si hemos elegido libremente?

Decimos que lo importante es poder elegir, sin que la voluntad de los otros obstaculice nuestra propia decisión.

Ahora bien, elegimos, tomamos nuestras decisiones, siempre, desde el conglomerado de razón y sentimientos.

La razón nos permite clarificar las palabras, las imágenes y las propuestas de los otros con la finalidad de adherir emocionalmente a lo que es bueno para nosotros y para los demás, y no solamente a lo que nos gusta, a lo que nos divierte, a lo placentero, a lo útil para conseguir o realizar alguna otra cosa.

Pero, resulta que a veces, somos manipulados o nos dejamos manejar por las palabras, por las informaciones, por las imágenes o por las propuestas que los otros nos hacen llegar.

Esas palabras, imágenes, informaciones y propuestas pueden no estar dirigidas a nuestra razón sino tal vez estén apuntando solamente a nuestras emociones, a fin de que adhiramos a-críticamente y terminemos realizando los objetivos y fines del otro

¿Cómo sabemos cuándo nuestra reacción frente
a dichas palabras, imágenes y propuestas del otro es prevalecientemente emocional y poco racional?

Cuando no podemos dar razón de nuestra adhesión a dichas palabras, imágenes y propuestas.

Las palabras, imágenes y propuestas de los otros pueden coagular y paralizar nuestra facultad de pensar.

Nuestra mente, nuestra personalidad, se convierte, así, en un producto ideológico, en un amasijo de reflejos condicionados, de tergiversaciones inconscientemente asumidas, que nos impiden vivir desde nosotros mismos.

¿Cómo sabemos si somos nosotros mismos los que hemos elegido o decidido?

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